Exhibiendo el Alma...

"Dedicado a los que lo hacen con el cuore en la mano, para todos esos que son mis hermanos. Hombres y Mujeres sinceros que no van por la espalda, es para ustedes esta exhibicion del alma..."

Abram, Exhibiendo el Alma.

martes, 11 de noviembre de 2008

Ojos Morados.

Tool era un joven apuesto, de cabellos castaños y tez aceitunada. Tenía el dedo anular de la mano izquierda más grande que los demás y ese era su único defecto.
Había vivido en Macedonia desde que nació, crecido en un pequeño pueblo de pastores y obreros. Ahí conoció a Luka, una chica rubia de ojos morados. Desde la primera vez que habían jugado en un riachuelo, un sentimiento muy poderoso los había unido. La sensación al estar juntos era indescriptible, era como un golpe: euforia, felicidad, magia, encanto y amor.
Cuando cumplieron los dieciocho años Tool, que se dedicaba a escribir y era muy famoso en el pueblo y en el estado, recibió una beca para ir a estudiar a Egipto. Aunque le dolía dejar a su amada Luka, decidió emprender el viaje, continuar con su carrera.
En el andén, con un beso apasionado se despidió de ella, no la volvería a ver hasta mucho tiempo después.
El 28 de noviembre de 1989, cinco años después, al fin se reunirían, Luka iría a visitar a su querido Tool “el de la mano deforme”. Su amor era constante, había persistido la distancia y cada vez se hacía más fuerte. Tool le había enviado hermosísimos poemas y cartas, donde le decía cuanto la quería y la extrañaba, musa de su arte e inspiración.
Luka iba en el tren, la ansiedad y los nervios la poseían, pronto estaría en Egipto con su amado. Salió a fumarse un cigarrillo en el balcón del último vagón, vislumbrada por el hermoso paisaje, inhalaba el humo, exhalaba y lo dejaba llevar por el viento. Las montañas, el cielo azul, los verdes árboles y unos pájaros cantando.
Subió por la escalerilla, asomándose al techo del tren. Sentía el aire contra su cara, sus cabellos se azotaban, cerró los ojos, sentía el palpitar de su corazón, todo era alegría, era feliz, feliz.
Entonces un intenso dolor, repentino, sólo un instante, luego nada.
La cabeza de Luka rodó por el suelo de granito y entre las vías.
Los cabellos rubios sucios y los ojos morados sin vida, que no pudieron ver el túnel que se avecinaba.
Tamara Jaramillo Sánchez

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