Desde hace mucho tiempo que una cabeza de piedra que revela el rostro de un hombre, se posa sobre un pedestal; sólo es una cabeza, me comentan mis hermanos, pero, esa cabeza que representa ese rostro perdido, ¿qué paso con el resto de su cuerpo? Yo soy un joven, un joven con mucha imaginación, pero por más que permanezco horas viéndolo en el centro del laberinto no puedo imaginar, dónde quedó su cuerpo, pues noto yo, que la cabeza no va sobre el pedestal, sino que alguien la cortó de su cuerpo y la llevó hasta tal pedestal y lo dejó ahí. Mis hermanos me dicen que tal pedestal con la cabeza sobre ella, se encuentra así desde que ellos eran unos niños; y me pongo a pensar que entonces debe tener añales en esa forma, pues mis hermanos tienen entre diecinueve y veintitrés años de edad. Yo tengo doce años, vivo en una ciudad aproximadamente de doscientos mil habitantes, es una bella ciudad, histórica también, se dice que aquí ocurrió la decisión final para que la guerra civil que azotó a mi país años atrás que yo naciese, finalizase. ¿Acaso habrá una estatua sin cabeza por la ciudad que reclame lo que es suyo? ¿Acaso será la de un personaje importante de la guerra civil que ayudó a terminar con la guerra maldita? No tengo ni razón, en los paseos que hace mi escuela debes en cuando, a museos o lugares de interés educativo, nunca me han enseñado acerca de una estatua histórica que haya perdido su cabeza, ni en las noticias, ni en los recorridos para turistas. Tal pedestal como mencione anteriormente, se localiza en el centro de un laberinto circular. Alejado de toda vida de la ciudad, cercas del bosque, es un bello parque, va mucha gente, pero en la hora de la comida, el parque se ve solo y yo aprovecho a ir a recorrer el laberinto, prefiero recorrerlo a solas que acompañado, así conocí el pedestal con la cabeza, justo en el medio del laberinto. Mis hermanos me dicen que estoy fascinado con ello. Tal vez así sea.
Una noche, noche oscura y fresca, llena de una espesa neblina, no puede dormir, sentí la necesidad de volver a ver la cabeza solitaria. Salí silenciosamente de mi casa, para que nadie se despertara, podrían haber sido la una de la mañana. Con un solo suéter, mis pantuflas y una linterna de mano me aventuré a ir al laberinto. Se me hizo fácil el poder llegar al centro del laberinto circular, pues me lo sabía prácticamente de memoria qué camino tomar, así que la linterna me sirvió más para saber por dónde pisaba, que saber por dónde iba. Una vez llegado, poco nervioso, me encontré de nuevo con ese pedestal de mármol tipo románico. Después de verle no sé cuánto tiempo, se me ocurrió tomarla, y no sé, tal vez encuentre algún día todo su cuerpo, su estatua a donde debería de ir. El pedestal debía de medir como dos metros, traté de tomarla, me esforcé estirándome, así que como no podía alcanzarlo me tomé del pedestal y subí un poco, y al sentir la piedra del rostro fría y humedecida por la neblina, me sentí logrado, pero luego sentí también movimiento del pedestal, supe que no estaba el pedestal del todo fijado en el suelo, así que después de unos movimientos cortos que a mí me parecieron terroríficos, cayó, y cayó sobre mi dejándome tirado sobre abajo del pedestal, pero eso no fue todo, también mi fascinación por la cabeza de piedra fue mi último deseo, porque al caer la cabeza golpeo la mía, por lo mismo lo último que sentí fue lo que quería obtener. La cabeza de piedra partió la mía. Ahora sólo espero que otra persona tenga la misma fascinación por el pedestal, para que encuentren mi cuerpo. Pero no me he de sentir tan mal, patético, o tan fracasado en mis intenciones, porque por lo menos la cabeza de piedra había encontrado un cuerpo al fin, sí, al partir mi cabeza la cabeza de piedra encajó exactamente en mi cuerpo, hasta el rostro de ella miraba hacia el cielo oscurecido, en posición correcta con mi cuerpo, viendo la estrellas parpadeantes. Creo que hasta ha de sonreír, por el hecho de sentir otra vez, un lugar digno en donde posar su cabeza una vez más.
Una noche, noche oscura y fresca, llena de una espesa neblina, no puede dormir, sentí la necesidad de volver a ver la cabeza solitaria. Salí silenciosamente de mi casa, para que nadie se despertara, podrían haber sido la una de la mañana. Con un solo suéter, mis pantuflas y una linterna de mano me aventuré a ir al laberinto. Se me hizo fácil el poder llegar al centro del laberinto circular, pues me lo sabía prácticamente de memoria qué camino tomar, así que la linterna me sirvió más para saber por dónde pisaba, que saber por dónde iba. Una vez llegado, poco nervioso, me encontré de nuevo con ese pedestal de mármol tipo románico. Después de verle no sé cuánto tiempo, se me ocurrió tomarla, y no sé, tal vez encuentre algún día todo su cuerpo, su estatua a donde debería de ir. El pedestal debía de medir como dos metros, traté de tomarla, me esforcé estirándome, así que como no podía alcanzarlo me tomé del pedestal y subí un poco, y al sentir la piedra del rostro fría y humedecida por la neblina, me sentí logrado, pero luego sentí también movimiento del pedestal, supe que no estaba el pedestal del todo fijado en el suelo, así que después de unos movimientos cortos que a mí me parecieron terroríficos, cayó, y cayó sobre mi dejándome tirado sobre abajo del pedestal, pero eso no fue todo, también mi fascinación por la cabeza de piedra fue mi último deseo, porque al caer la cabeza golpeo la mía, por lo mismo lo último que sentí fue lo que quería obtener. La cabeza de piedra partió la mía. Ahora sólo espero que otra persona tenga la misma fascinación por el pedestal, para que encuentren mi cuerpo. Pero no me he de sentir tan mal, patético, o tan fracasado en mis intenciones, porque por lo menos la cabeza de piedra había encontrado un cuerpo al fin, sí, al partir mi cabeza la cabeza de piedra encajó exactamente en mi cuerpo, hasta el rostro de ella miraba hacia el cielo oscurecido, en posición correcta con mi cuerpo, viendo la estrellas parpadeantes. Creo que hasta ha de sonreír, por el hecho de sentir otra vez, un lugar digno en donde posar su cabeza una vez más.
André Saldaña G.
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