Un día mi abuela nos hizo un caldo de albóndigas, mi hermana y yo pensamos que eran cerebros de mono, otro día no hizo un licuado de huevo que tuvimos que tirar al lavamanos porque ya no nos entraba en el estómago, si mi mamá se hubiera enterado no hubiera castigado con lavar los trastes una semana, o tal vez dos. Otro día al ayudar a mi abuela a escombrar su closet, mi hermana se encontró doscientos pesos que después mi abuela le regalo y de tantas cosas me acuerdo pero hoy con más anhelo quiero recordar, fue un viaje que hicimos en el que nos contó sus años vividos en la juventud: los recorridos en moto con su hermano, tan linda como siempre que logró conquistar al que hoy es mi abuelo amado, sus salidas acompañadas de sus chaperones y las visitas que su galana le hacía a la universidad, las reglas que sus papá le imponía pero que ella siempre obedecía. Ese viaje fue hermoso; no fueron los tlacoyos, el rompope o las galletas de las monjas, fue mi abuela tan sensata tan linda, tan dama fina.
Rebeca Osorio Gleason
1 comentario:
Un sencillo, pero grato recuerdo sobre las vivencias de una persona tan querido, como lo es su abuela... ¡Bravo por eso Rebeca!.
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