Ya me había acostumbrado a su compañía. La veía desde mi habitación, pegada a la ventana… a veces giraba, otras tantas me guiñaba el ojo.No pude evitar el correr asustada y gritando como una loca la primera vez que la vi; pero pasados los días se hizo parte de la vida cotidiana, como la mesa del té, las cortinas de la puerta…Era una cabeza pequeñita, con una larga cabellera y un gesto peculiar: como abriendo los ojos y la boca a su vez.Aún me pregunto por que nadie mas la veía; claro, no iba a andar por ahí divulgando mi reciente hallazgo, me hubieran tomado por loca y enviado con ese doctor… así que me dispuse a hacer un experimento.Nancy era una odiosa, de esas niñas que caen mal con solo verlas; decían que tenía problemas del corazón, algún mal hereditario. Hasta donde sé, nadie hablaba con la pobrecilla, creo que mas bien era ella quien se rehusaba a hablar con cualquiera.
Un día invité a la Nancy a mi casa, al ver la cabeza, seguro le daba un infarto. Tras una pequeña charla y dos tazas de té, la invité a entrar a mi habitación; entonces la vi muy contenta, meciéndose junto a la ventana como siempre. Le dije a Nancy que mirara y sin embargo, solo hizo un comentario sobre el pasto bien cuidado de mi madre, y nada mas pasó…
Desde ese día tuve muchos huéspedes; cada semana, traía a alguien nuevo a la casa, casi siempre, personas que no me agradaban mucho: los hermanos Pansy, la vecina, mi profesora de piano… siempre con la esperanza de que la cabeza se hiciera visible ante ellos y horrorizados desaparecieran, se fueran lejos; pero eso nunca ocurrió, y en su lugar, desde entonces, hice muchos amigos.
Un día invité a la Nancy a mi casa, al ver la cabeza, seguro le daba un infarto. Tras una pequeña charla y dos tazas de té, la invité a entrar a mi habitación; entonces la vi muy contenta, meciéndose junto a la ventana como siempre. Le dije a Nancy que mirara y sin embargo, solo hizo un comentario sobre el pasto bien cuidado de mi madre, y nada mas pasó…
Desde ese día tuve muchos huéspedes; cada semana, traía a alguien nuevo a la casa, casi siempre, personas que no me agradaban mucho: los hermanos Pansy, la vecina, mi profesora de piano… siempre con la esperanza de que la cabeza se hiciera visible ante ellos y horrorizados desaparecieran, se fueran lejos; pero eso nunca ocurrió, y en su lugar, desde entonces, hice muchos amigos.
Astrid Ariadna Cuevas Martínez
No hay comentarios:
Publicar un comentario