Exhibiendo el Alma...

"Dedicado a los que lo hacen con el cuore en la mano, para todos esos que son mis hermanos. Hombres y Mujeres sinceros que no van por la espalda, es para ustedes esta exhibicion del alma..."

Abram, Exhibiendo el Alma.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Nunca Te Odie.

Cerré el casquete y me decidí a enterrarla, decidí olvidar, todo así lo que había hecho, las sensaciones que me llenaban y me atormentaban, me enorgullecían hasta cierto grado, quería gritar y llorar. No me bastaría más que enterrarla, quería dejarlo todo atrás.
De camino al lugar no me peso, mas si me marco; las imágenes jamás las olvidare, quería pasar el momento, no me torturarían los hechos pero si lo que haría al final, la enterraría fríamente, nunca la vería mas.
De camino, el costal, tras muchos viajes marcaba fielmente su silueta, marcaba tan claramente su expresión. Odiaba esa nariz, esas facciones que me calaban tan dentro, solo me restaba enterrar en mi crimen esa cabeza.
No me preocupaba ser descubierto ni ser visto, solo quería librarme de ella ahora para así no volver a verla jamás.
Recordaría las razones, pero reviviría más lo que me hizo odiarla; recordaría que me lastimo y que me hirió, también lo que me marco. Racionalizaría mis acciones y las condenaría, mas nunca las entendería completamente.
Cuando apaleaba la tierra se levantaron mis pesares, cada carga que depositaba era una carga menos sobre mí. Termine tan rápido como empecé, tanto que ni cuenta me di. “mi crimen sanara mis pesares”. Me sentía fuera de mi ser, flotando, a lo mejor, tan sereno al fin. Suspire.
Lo único que me restaba en esa madrugada, era ir a mi casa a esperar el amanecer; después me entregaría, explicaría mi crimen. Les relataría paso a paso la razón de mi tremendo enloquecer.
Esteban Falfán Nino

Las Carnitas.

Hoy era día de mercado, así que deje todo listo en casa y me encamine a realizar las compras de la semana, tenía en mente verduras, carne y frutas. En el trayecto me encontré con Poncho, el cual me pregunto ¿Puedo acompañarte? A lo que yo le dije: ¿por que no? Lo raro es que él es vegetariano, pero no preste importancia al hecho. Ya en el mercado, él comento no había venido nunca, pues hay mucha suciedad y los olores no son muy agradables. Iniciamos pues el recorrido en las verduras, después las frutas y terminamos en la sección de carnes; grande fue su sorpresa cuando vio por primera vez la cabeza de un cerdo, fue tanta su impresión que se desmayo, vino la ambulancia y hasta al hospital fuimos a parar.Prometió que nunca más iría al mercado y de hacer su campaña en contra de la matanza de animales.
Moraleja: La carne no es buena y la de cerdo menos, ¡ah! pero que ricas son las carnitas.
Juan Ortega

La Cabeza.

Ya me había acostumbrado a su compañía. La veía desde mi habitación, pegada a la ventana… a veces giraba, otras tantas me guiñaba el ojo.No pude evitar el correr asustada y gritando como una loca la primera vez que la vi; pero pasados los días se hizo parte de la vida cotidiana, como la mesa del té, las cortinas de la puerta…Era una cabeza pequeñita, con una larga cabellera y un gesto peculiar: como abriendo los ojos y la boca a su vez.Aún me pregunto por que nadie mas la veía; claro, no iba a andar por ahí divulgando mi reciente hallazgo, me hubieran tomado por loca y enviado con ese doctor… así que me dispuse a hacer un experimento.Nancy era una odiosa, de esas niñas que caen mal con solo verlas; decían que tenía problemas del corazón, algún mal hereditario. Hasta donde sé, nadie hablaba con la pobrecilla, creo que mas bien era ella quien se rehusaba a hablar con cualquiera.
Un día invité a la Nancy a mi casa, al ver la cabeza, seguro le daba un infarto. Tras una pequeña charla y dos tazas de té, la invité a entrar a mi habitación; entonces la vi muy contenta, meciéndose junto a la ventana como siempre. Le dije a Nancy que mirara y sin embargo, solo hizo un comentario sobre el pasto bien cuidado de mi madre, y nada mas pasó…
Desde ese día tuve muchos huéspedes; cada semana, traía a alguien nuevo a la casa, casi siempre, personas que no me agradaban mucho: los hermanos Pansy, la vecina, mi profesora de piano… siempre con la esperanza de que la cabeza se hiciera visible ante ellos y horrorizados desaparecieran, se fueran lejos; pero eso nunca ocurrió, y en su lugar, desde entonces, hice muchos amigos.

Astrid Ariadna Cuevas Martínez